domingo, octubre 09, 2011

De susurros epistolares...



María,

Ultimamente te he pensado mucho. Traté de borrar inutilmente cada recuerdo tuyo, sin embargo, las nostalgias de aquellos inolvidables momentos a tu lado, parece, me alcanzarán lo suficiente para toda mi vida.


Hoy me desperté con ganas de saber de vos, como casi siempre me ocurre. Caminé cerca del río, cerca de la barranca que tanto nos gustaba. Sentí que podía encontrarte perdida en algún rincón, bajo la sombra de algún viejo árbol, en medio del bullicio del ir y venir de los autos, distante del mundo, inmersa en tus lecturas, esos extraños cuentos que tanto te gustan de Clarice Lispector y extrañamente a pesar de sentirte ahí tan real, tan viva, no te encontré, o no se, tal vez no quise verte.


Por eso te envío esta carta, se por Alfredo que seguís viviendo en el mismo lugar, se cuánto te gusta esa zona. Ignoro tu reacción al leer todo esto, ante las circunstancias te agradeceré me respondas en dos palabras solamente para expresarme si aún deseás verme y retomar nuestro camino, dejando atrás todos nuestros malos recuerdos y aquellas malas jugadas que te hice. "Ahora", "Ya no", bastará una de esas dos frases para que yo interprete.


Si deseás que te busque solo basta que respondas "ahora" y corro a tu lado sin pensarlo, en caso contrario, ya sabrás que responder.


Siempre tuyo


X




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Entre algunos cupones encontré una carta sin remitente, creí reconocer la caligrafía con la cuál escribían mi nombre, pero al mismo tiempo, la charla con el cartero me impidió abrir en ese momento la misteriosa carta. Un rato después y en absoluto silencio, contemplo que efectivamente no estaba equivocada. Un poco extrañada, tomo lápiz y papel; y respondo:


X:


Efectivamente sigo viviendo en el mismo lugar, sin embargo ya no malgasto mi dinero en libros que nadie lee de Lispector, ahora me dedico a los clásicos, precisamente tengo a mi lado a Virgilio con su Eneida, también yo te he recordado en estos días, te lo cuento:


Libro IV, párrafo 25:


"Reconozco las huellas de una vieja llama, más antes querría que la tierra profunda se abriera ante mí o que me lanzase al padre omnipotente a las sombras con su rayo, a las pálidas sombras de Erebo y a la noche profunda, antes Pudor, que profanarte o romper los juramentos que te hice.


Aquel, el primero que con él me unió, se llevó mis amores, que los tenga consigo y los guarde en su sepulcro"



Con cariño


María.






viernes, julio 15, 2011

La vergüenza de quererte



Mi mundo también es la vieja e inmediata vergüenza de quererte.

Desperté con esta frase en la cabeza. Desperté por esta frase. En sueños, se la decía a alguien y a la vez que la pronunciaba me daba cuenta de que estaba soñando y que era necesario salir de ahí para no olvidarla. Abrí los ojos y sé que sonreía por saberla un pequeño tesoro. Claro, no era una sonrisa facial; era una sonrisa que caminaba a la par de la frase en ese otro lugar inasible que no es aquí ni es allá. Quise memorizarla para arrastrarla hasta este lado, porque sentía una enorme pereza y no terminaba de aceptar el hecho de que tendría que salir de la cama para anotarla. La repetí diez veces para no perderla, como me había pasado tantas veces antes. Pero apenas empezó invadirme la inconsciencia otra vez, advertí que las palabras se hacían humo como antes el sueño que me las había traído. Salí de la cama y escribí la frase en el recibo del celular.

Mi mundo también es la vieja e inmediata vergüenza de quererte.

Mientras mordía la segunda tostada, ya empezando a despertar, la pronuncié en voz alta por primera vez. Traté de recordar a quién se la había dicho y bajo qué circunstancias, pero sabía de antemano que sería un esfuerzo inútil. Jamás recuerdo los sueños. ¿Por qué vieja? ¿Por qué inmediata? Y, sobre todo, ¿por qué la vergüenza? Además, "mi mundo también es", por sí solas, me daban la idea de un reproche; sin embargo ese reproche no era un ataque, sino más bien una defensa; una respuesta a una acusación injusta o tal vez a un reclamo que consideré abusivo.

Quién podría avergonzarme así. ¿Quién y durante cuánto tiempo? La vergüenza fue inmediata y era de larga data. El amor, si es que se trataba de amor el sentimiento (pero, qué otra cosa podría ser si no), era presente. Quererte, le dije; no "haberte querido". Quererte.

La vieja e inmediata vergüenza de quererte. Pronuncié esta parte de la frase en voz alta y, en el espacio que media entre el pecho, los brazos y el mentón sentí el vacío de un abrazo imposible y necesario.

Pero nadie puede enterarse de ese amor; la vergüenza está aquí también, en la recreación de la vigilia, y no alcanzo a comprender por qué.

Arriesgo que es el mismo amor lo que me avergüenza, a mí, que lo acuso siempre de tramposo incluso cuando estamos en los mejores términos. ¿Aceptar el amor me avergüenza, entonces (como también me avergüenza escribir la palabra amor y escribir historias de amor; abiertamente de amor)? Tal vez. Sin embargo el argumento no me convence para la historia. Lo tiro. Si no es el amor lo que me avergüenza, ¿es la persona que me lo inspira? No, imposible. Puede ser (y esto lo acepto inmediatamente, me tienta creer que por resabios del sueño mismo) que me avergüencen las circunstancias bajo las cuales surgió y se mantiene ese amor. Aunque... No, tampoco.

Mi mundo también es la vieja e inmediata vergüenza de quererte.

Un amor que me avergüenza, repito mientras camino. Un amor que me avergüenza, ¿cómo puedo, entonces, llamarlo amor? No, de ninguna manera. Los amores se gritan o se callan por renuncia o por temor. Se consumen, se pudren o se secan. Pero no se los manifiesta vergonzantes. Trágicos, dementes, insustanciales, falsos, caprichosos, pero nunca vergonzantes... Maldita sea, me duele la cabeza y el asunto es demasiado complicado. Creo que esta mañana hubiese sido mejor confiar otra vez en mi pésima memoria y seguir durmiendo. Olvidarme de la frase. Olvidarme del amor. Olvidar toda vergüenza. Seguir la vida tranquila hasta un día morirme. Pero antes pensar en escribir unas líneas cuyo título sería La desvergüenza de quererte; más fácil. O mejor: La pereza de quererte; y luego de haber escrito el título, ni una palabra más. No pensar, no sentir, no desear. Y que me despierten a las siete para ir a trabajar. Requiescat in pace...

Pero esto tampoco es cierto...

miércoles, julio 06, 2011

Sonidos para Ella *



"Sonidos como el de la nieve cuando está a punto de ser pisada por un oso que recién deja de invernar.

El de los abuelos cuando duermen en más de un país al mismo tiempo.

El de la salamandra un instante antes de convertirse en memoria vacilante.

El del sol en cada ojo y el de la luna arremangándose la tarde.

El que no tiene nombre pero tiene alma infinita.

El que deambula buscando una niña que dance.

El que junta brazos, hombros y dientes en un mismo frío.

El de la infancia cada vez más reluciente.

El que junta rocío en una botella destapada.

El del insomnio durante el arco-iris.

El sonido de lo que no quiere ser cazado.

El que golpea la puerta, no con los nudillos, sino con un verbo en infinitivo.

El que galopa sobre la arena y se detiene sólo porque así lo decide el caballo.

El que hace una cuchara revolviendo un té de rosas a la hora en que nadie mira por la ventana.

El que tiene un miedo parecido al de un niño que en vez de ir al bosque, ve venir el bosque hacia él.

El que pide la clemencia de una palabra suave, sin rodeos, frente a una iglesia de cristal que inventó la noche anterior.

El que disimula las fronteras y va de abismo en abismo enumerando las veces en que no ha querido ser engañado.

El que escucha decir. Y no responde: sigue su camino hecho de nueces y pájaros.

El sonido definitivo de la grieta".

*Carlos Skliar
*Fotografía tomada en Uruguay - La Paloma - 2010

sábado, julio 02, 2011

* Foto: Man Ray (Emmanuel Rudnitzky), Rayograph (Gelatin silver print), 1922.

“Temo este silencio, esta vida informe. Voy a la espera de un viento que abra suavemente estos pliegues de agua de una vez y me indique qué puedo hacer por ti; tú que a menudo has puesto nombre a lo innombrado para los otros, incluso para mí”


Adrienne Rich 1976

lunes, mayo 30, 2011

Me asomo...


Me asomo a este precipicio,
para medir la distancia,
para saber que persigo,
para ver lo que me falta,
para notar el vacío,
para llenarme de nada,
para ver al enemigo,
para mirar su mirada.

Me asomo para saber,
para tocar el peligro,
para ahuyentar la rutina,
para pasar el testigo,
para que el aburrimiento,
no venga a dormir conmigo,
para inventar la pasión,
para asomarme contigo,

Me asomo a cada mañana
para tener tu latido,
para sentir que estoy viva,
para perder el sentido,
y descifrar el misterio
de ti, de mí, cada día...
si me da miedo asomarme
me asomo mas todavía

Me asomo al borde del puedo,
para perder el control,
y después para tenerlo,
para no decir que no,
para visitar el templo,
de las Viejas ceremonias,
me quiero asomar al fondo,
y al quiero de nuestra historia.

Me asomo al otro sentido,
al tiempo que va al revés,
me asomo a lo que te asomás,
para ver lo que no ves,

Me asomo a la vida nueva
para conjurar el tiempo,
me asomo a ver tus preguntas,
y decir que si otra vez,


Me asomo a tu luz prendida
en el filo de los años.
Me asomo a los desengaños
y no tomo precauciones,
me asomo al aire que soplas
y a todas las excepciones,
me asomo al beso que besas
y a todas tus tentaciones
me asomo cada mañana...

jueves, abril 28, 2011

/miedo/

Miedo a qué. Miedo de qué. Miedo porqué. Miedo, dónde. Bajo la persecución, la disciplina, el mandato, la vanidad de lo normal. De frente a lo que es aún mayor que el propio cuerpo. Mirando una sombra que no es la propia. En la ciudad. En medio de la espalda de la noche. Como si no hubiera espacio a los lados y la tierra se abriese sin sostén. Obligación de permanecer quieto, inmóvil. Imposibilidad de recordar u olvidar. Detención jamás deseada. En el niño: miedo al reto, al rostro demasiado serio, al abuso, al abandono, a ser quitado del juego, a que se rían, a que se enojen; miedo al sueño, a la pesadilla de los mitos universales, al despertarse y no sentirse, a la burla seguida de golpe, al golpe seguido de burla, a la letra que con sangre sangra, a la llegada del cuerpo, a la partida del cuerpo; miedo a un próximo paso interrumpido por el desierto de los suelos, miedo a perderse en la ciudad y en el mar, miedo transmitido de miedo a miedo , temblor heredado, miedo mayúsculo a Krónos, a próceres cejijuntos, a guerras. Miedos deshechos por el hacer de la infancia. Risa en lugar de miedo. Juego en lugar de miedo. Compañía en lugar de miedo. Abertura infinita de párpados, asombro, brazos extendidos, caminar, caminar, salir a una calle con pájaros, desoír los adultos adustos agravios, hacer de cuenta que aquí no pasa nada, hablarse a sí mismo en un lenguaje personal e intraducible, dibujar, dibujar, patearlo todo, rabieta, iracundia, llanto hacia dentro y fuera, todo en vez del miedo. Los adultos tienen más miedos: crecen con miedo, mueren con miedo. Miedo a la exagerada luz, miedo a la tosca oscuridad. Miedo a la palidez creciente, miedo a la rebelión. Miedo a la ciudad, que esparce miedo por sus megáfonos de miedo. Miedo a la soledad en ciernes que aprieta el alma hasta desdibujarla. Miedo de ser y miedo de no ser. Miedo a la calle en intenso declive y miedo a la ascensión de la emoción. Los primeros lectores sentían miedo. ¿Tendrán miedo los últimos? El infausto dictador, cualquiera de ellos, tenía miedo del miedo de la lectura de otros. El libro fue ahogado en la hoguera. Todos sintieron miedo del fuego lector. Miedo porque hay dios y miedo porque los dioses nada nos dirán y miedo por que se ha muerto todo dios. El susto es impostor. La risa torpe es parte de su idioma. Toda lengua se debilita, se contorsiona, se seca. Dejar el miedo en reposo. El miedo no como respuesta, sino apenas como pregunta balbuceante. Dejarlo aparte, no ignorarlo, no transparentarlo, no desquiciarlo, pero aparte. Hacer que el miedo interrogue, que se traduzca. El miedo puesto en palabras, tiene miedo de sus palabras. El miedo ni es extranjero ni es familiar. Está en la frontera persistente entre un abismo y lo que es ambiguo. El miedo debería ser anterior: ser y ser anterior. Miedo al amor antes del amor. Miedo al destino antes del destino. Miedo al suicidio de la hojarasca antes del invierno. Pero también el miedo es un durante: durante el amor miedo a perder el amor. Durante el destino miedo al destino. Durante la hojarasca miedo al invierno. No puede haber miedo al enseñar y ser enseñado. Vivir es hablar del miedo a vivir. Durante el vivir.