lunes, noviembre 30, 2009

Fly me to the moon





Té...
Recuerdo cuando te escribía en hojas de té
Metía mis palabras en esas bolsitas
con olor a menta
a canela
a calomilla

Con la esperanza de que te bebieras mis letras
de que acompañaras tus tardes
con una taza de mis versos
endulzados al gusto

Leyendo poemas con sabor de azares
leyendo mis cartas con sabor a tilo
a jazmín
a anís
a manzana

Recuerdo cuando te escribía en hojas de té
Y así hacía infusiones con tus viejos besos
y mis lágrimas...

By Tay Almada

miércoles, noviembre 25, 2009

Es allí adonde voy...




Más allá de la oreja existe un sonido, en el extremo de la mirada un aspecto, en las puntas de los dedos un objeto: es allí adonde voy.

En la punta del lápiz el trazo.

Donde expira un pensamiento hay una idea, en el último suspiro de la alegría otra alegría, en la punta de la espada la magia: es allí adonde voy.

En la punta del pie el salto.

Parece la historia de alguien que fue y no volvió: es allí adonde voy.

¿O no voy? Voy, sí. Y vuelvo para ver cómo están las cosas. Si continúan mágicas. ¿Realidad? Yo os espero. Es allí adonde voy.

En la punta de la palabra está la palabra. Quiero usar la palabra "tertulia", y no sé ni dónde ni cuándo. Al borde de la tertulia está la famila. Al borde de la familia estoy yo. A la orilla de mí estoy yo. Es hacia mí adonde voy. Y de mí salgo para ver. ¿Ver qué? Ver lo que existe. Después de muerta es hacia la realidad adonde voy. Mientras tanto, lo que hay es el sueño. Sueño fatídico. Pero después, después todo es real. Y el alma libre busca un rincón para acomodarse. Soy un yo que anuncia. No sé sobre qué estoy hablando. Estoy hablando de nada. Yo soy nada. Después de muerta me agrandaré y me esparciré, y alguien dirá con amor mi nombre.

Es hacia mi pobre nombre adonde voy.

Y de allá vuelvo para llamar al nombre del ser amado y de los hijos. Ellos me responderán. Al fin tendré una respuesta. ¿Qué respuesta? La del amor. Amor: yo os amo tanto. Yo amo el amor. El amor es rojo. Los celos son verdes. Mis ojos son verdes. Pero son verdes tan oscuros que en las fotografías salen negros. Mi secreto es tener los ojos verdes y que nadie lo sepa.

En el extremo de mí estoy yo. Yo, implorante, yo, la que necesita, la que pide, la que llora, la que se lamenta. Pero la que canta.La que dice palabras. ¿Palabras al viento? Qué importa, los vientos las traen de nuevo y yo las poseo.

Yo a la orilla del viento. La colina de los vientos aullantes me llama. Voy, bruja que soy. Y me transmuto.

Oh, perro ¿dónde está tu alma? ¿Está cerca de tu cuerpo? Yo estoy cerca de mi cuerpo. Y muero lentamente.

¿Qué estoy diciendo? Estoy diciendo amor. Y cerca del amor estamos nosotros.

Clarice Lispector
Escritora Brasileña
Ucrania 10/12/1920 - Rio de Janeiro 9/12/1977

lunes, noviembre 09, 2009

Sueños frecuentes


Tengo el corazón cansado, lleno de suspiros, historias, y almas... almas antiguas, que me precedieron y que me trascienden.
Vivo sus vidas... a veces no logro diferenciarme de ellas. No logro distinguir lo real de lo imaginario....
Por las noches vivo en un mundo cálido, de brisa húmeda y ritmos cariocas... Los tambores me apabullan, entro en trance más seguido de lo que anhelo...
Pero despierto en un mundo algo gris y rutinario, apresurado y sin mar... ¡Sin mar!... la idea del mar me atormenta....
Por las noches me despierto con la garganta llena de sabor a sal, como si me ahogara con la bruma, y descubro con terror que en esta otra vida, el mar es un amigo lejano... y es allí cuando intento dormir nuevamente, deseando recuperar el sueño en el mismo sitio donde lo había abandonado.
Mi mundo nocturno se siente en la piel, tiene ritmo a Bossa, gusto a camarón asado, olor a sal, luce igual que Rio de Janeiro a las siete de la tarde desde el Morro da Urca... y no estoy sola. Traigo conmigo a tres mujeres, porque les debo algo que ha contado en ésta, mi otra vida.
A una, parte de mi existir y a las otras, en parte, el no haberme contentado con existir...

lunes, noviembre 02, 2009

Bienaventurada


Yo la miraba leer queriendo que le llevara la noche entera, le escrutaba la boca acechando gestos, la ida y vuelta de los ojos, noté que a veces releía un verso, quizá dos, vigilé los párpados por si se ajustaban para comprender mejor, una arruga repentina separando en mitades el entrecejo, la cabeza concentrada. Sin un sólo miedo en la vida: tenía mi alma en carne viva frente a ella, pero eso no importaba, en este mundo áspero las almas se reponen, la poesía no...